miércoles, 19 de octubre de 2011

Donde van tus pensamientos, van tus pasos.

Las sendas, son tal vez, una de las más primitivas y elementales expresiones de la evolución y organización social. Los animales, domésticos y silvestres, en su deambular por los campos, buscan los pasos mas cómodos y practicables, abriendo y marcando, sobre los pastos, matorrales y bosquetes, las estrechas rutas que les llevan sus habituales lugares de abrevadero, manutención y descanso. Igualmente, y ya desde los primeros homínidos, aun sin ser todavía el que “sabe que sabe”, ya se marcaron los territorios con los primeros derroteros. Al principio, en cortos periplos de recolección, luego, itinerarios con fines cinegéticos, y mas tarde en prolongadas travesías migratorias de miles de kilómetros, como las de otras muchas especies.
            Las Sierras del Sistema Central, principalmente Guadarrama, están surcadas por una intricada red de senderos y caminos de toda índole o condición, que se trazaron paso a paso y a lo largo de los siglos, en función de las necesidades defensivas, comerciales, y principalmente por las poblaciones locales. La extensión de esta sierra, de unos 100 Km. de largo por 30 Km. de ancho, acoge en su seno, multitud de rutas, que recorren la mayoría de los espacios mas atractivos y mejor conservados de la naturaleza mas próxima.
            Desde las rutas de las trashumancias ganaderas, ya sean de largo recorrido que cruzan por sus puertos o las travesías menores y locales, en sus diferentes categorías, anchuras o rangos de cañadas, cordeles, coladas, veredas,… agrupadas todas como vías pecuarias y con las que se realizan traslados de ganado a los pastos rotativos estacionales, hasta las que circularmente comunican unos pueblos con otros y los más modestos senderos rurales, a los prados de siega, a los abrevaderos, a los molinos, a las ermitas o a los pequeños huertos inmediatos a los pueblos, conforman una importante parcela del patrimonio natural y cultural de estos territorios, que no debemos consentir se dilapide y desaparezca.
            Estas arcaicas infraestructuras, fundamentalmente campesinas, están entrando en crisis y en trance de desaparecer por el abandono de los usos ancestrales y el cambio de los modos y medios de comunicación en el mundo rural. Son ya muchos los caminos que se han perdido y que de nuevo los ha “ganado” el monte, quedando en el olvido su trazado y borrada la huella de su paso, perdida la memoria de a que lugares conducía o a que usos estuvo ligado.
            Es ello algo que no podemos permitir y para ello nos debemos proponer realizar un compendio de aquellas antaño rutas rurales, que hoy en día, puedan ponerse de nuevo en valor y al servicio de la Sociedad, para usos recreativos, deportivos, educativos y culturales. El mejor homenaje que podemos hacer a los que con gran esfuerzo, trazaron y mantuvieron estos viejos caminos, es el seguirlos utilizando, disfrutándolos y trasmitiéndolos en buen estado de conservación para las generaciones venideras.
           Además, el sosegado paseo es el método más idóneo que existe para acercarnos a la Naturaleza. Andar, es la actividad humana menos agresiva con el medio natural y no necesita de accesorios o medios artificiales para su practica. Hay guías, digitales o en papel, con una gran variedad de rutas de todos los niveles, desde las mas breves y sencillas, hasta algunas de mayor duración o dificultad, pero siempre agradables y sin demasiadas complicaciones. En todo caso y para evitar pasar y recorrer sin conocer todo lo que hay, lo mejor es dejarse llevar por buenos guías acompañantes, o si vamos solos y para no despistarse, siempre será bueno dotarse de un mapa de la zona (escala 1/50.000 ó 25.000), una brújula o también hoy en día de un buen GPS y mapas digitales.
            Pero en el paso por estos caminos siempre dejamos huella, y si es transitado abusivamente, el daño se hace más patente y puede llegar a ser irreversible. Por ello y en algún momento mantuve la actitud egoísta de intentar que nadie conociera mis territorios secretos y favoritos, pero al final ni eran tan secretos y ni podían ser privativos o exclusivos de unos pocos. He conocido lugares incólumes, que pesar de ese celo ocultista, y aun sin existir internet, al final se han masificado y degradado, dado que es del todo inevitable que la curiosidad humana llegue a todas partes. Siempre tuve muchas dudas de si un lugar se debe dar a conocer, el tiempo demostró que al final todo se conoce o si no y peor aún, lo que no se conoce no se protege y desaparece, sin que nadie lo denuncie. Si bien de nosotros depende que se conozca de manera incontrolada o se visite con el cuidado y respeto que se merecen estos lugares, que deben ser los mismos que en los museos y catedrales, pues museos vivos son, y a veces de más valor o más difícil e imposible reposición.
            Me molestó mucho que en su día se dieran a conocer sobremanera el Hayedo de Montejo, el Cañón del Duratón u otros lugares, y se masificaran sus visitas, para luego controlar su entrada, muy a pesar de los privilegiados que sabíamos de su valor y existencia casi desde que tuvimos uso de razón. ¿Y cómo están mejor?, antes o ahora. Tal vez todavía sea pronto para decirlo, pero antes se corría grave riesgo de que algún campista incontrolado pegase fuego de modo involuntario y la basura se acumulase en todos los rincones, como pasa todavía en multitud de sitios. Ahora se conocen, se cuidan mas y se valoran, están más vigilados y controlados, también más visitados, aunque a veces se parecen más a un parque urbano, que aun espacio natural. Se quiera o no, es el modelo que a mas o menos plazo se deberá aplicar a todos esos tesoros de la naturaleza que tienen cierto valor y atractivo, sobre todo si se encuentra a pocos kilómetros de varios millones de potenciales visitantes.
            Después son muchos y muy diversos los espacios naturales en los que se ha puesto control de entrada en sitios como La Pedriza y Peñalara, pues al final es el único modo de mitigar de modo mínimo su degradación. Se ha demostrado eficaz, pero insuficiente y al tiempo, seguro que esos controles serán más restringidos. Solo hay que visitar algunos países con espacios en condiciones similares, para constatarlo.
            Lo escondido, ciertamente está protegido, pero por desconocido está indefenso, mal conservado y en continuo peligro. Si algo no se conoce por casi nadie, ciertamente es mejor dejar así, pero si ya se conoce y se visita masivamente, es mejor que todos ayudemos a su vigilancia y conservación del mejor modo que podamos, promoviendo la educación y la comprensión de sus valores, que son el mejor modo de lograrlo. Lo importante es conseguir que se visiten esos lugares, para que se aprecien y se protejan, pero procurando llegar a que ese pasó inevitable de las gentes, sea lo más mitigado e imperceptible, para que todo aquel que llega de nuevo, pueda creer que es el primero en descubrirlo. Y no es utopía, pues en algunos casos se logra.
            Por comparación diríamos, ¿cómo están mejor los cuadros y obras de arte mas señeros de la humanidad?, en sitios ocultos y colecciones privadas, muy bien protegidos, pero mal conservados y sujetos al capricho de los herederos y avatares de todo tipo o en lugares como el Museo del Prado, bajo el control público, tutelados, estudiados, bien conservados y exhibidos para disfrute de todos. Recuerdo que hace unas décadas, en ese museo, se fumaba, se tomaban meriendas y los chiquillos tocábamos todo lo que nos apetecía. Eso hoy es impensable. De igual modo y en la naturaleza, ahora el visitante se comporta mejor, si bien es cierto que cada vez también acude más gente a ella, por eso a la par que promover el conocimiento, se debe hacer educación, vigilancia y control. Pero si algo no se conoce, no se hace control y vigilancia, y mucho menos se invierte en su conservación.
            Es una espiral comprometida, pues de todos depende demandar el compromiso de las Administraciones Públicas y la responsabilidad social de las empresas o de todas las personas. Y cuantos más lo conozcamos y lo valoremos, más fuerza tendremos.
            De otro modo seria, como en otro tiempo sucedía, mantener la ciencia, el arte, los libros, en general la sabiduría y el conocimiento, ocultas al común de los mortales y solo al alcance de los poderosos o algunos privilegiados. Pero está demostrado que es mucho mejor cuando la información fluye, a la vez que se educa, se transmite conocimiento y sensibilidad a la población. Es cuestión de si creemos en la humanidad o solo somos un error de la naturaleza. Si bien y lo más sensato es que nuestra huella sea lo más tenue posible, procurando no hacer carreteras o pistas innecesarias, ni poner accesos demasiado fáciles a todo ello, pues aquello que se alcanza sin esfuerzos no se valora lo suficiente.
            Además y para que todos podamos creer que somos los primeros en pasar y redescubrir los recorridos que hagamos, es imprescindible efectuarlos con el máximo respeto, dejando la menor huella de nuestro paso, sin romper plantas, cercados, portillas, ni molestar a los animales silvestres, ni a los ganados domésticos que nos encontremos, en suma, comportándonos como si estuviéramos en un museo vivo y no haciendo nada que no quisiéramos, hicieran a nuestros bienes o a nosotros mismos.
            También es muy aconsejable salir al medio natural con guías especializados, si bien a veces lo que descubrimos de motu propio es más emocionante y se olvida menos. Pero también preguntar e informarnos con la población local, verdaderos mantenedores de la cultura rural y auténticas bibliotecas vivientes, procurando acercarnos a ellos, siempre con respeto y comprensión, para obtener así y de primera mano, valiosísimas informaciones que nos harán los paseos aún más agradables.
            Debemos evitar que centenares o miles de personas vayan por el monte y los caminos, de modo incontrolado, solo por algunos lugares híper transitados, con unas hojas mal impresas de internet, despistados y pisoteando todo sin el mínimo cuidado, pues muchas de esas informaciones son incorrectas e inadecuadas. Los humanos, especialmente los procedentes del medio urbano, salimos al campo de todos los modos y lo suyo es estar lo más informados posible o mejor acompañados con guías, para no salirse de las rutas adecuadas, conociendo también otras alternativas que eviten la masificación de solo cuatro sitios, evitando extravíos con cierto riesgo para la integridad personal o llegando a preguntar donde está el tejo milenario o el monumento natural, estando casi apoyados o a dos pasos de él. Y para ello se deben elaborar redes de rutas y senderos, debidamente trazados por profesionales cualificados y después estar bien homologados y controlados para su correcto mantenimiento.
            Los montañeros y los mejores andarines, saben que las ascensiones a las sierras y el andar por los campos, hay que hacerlo con tranquilos pasos de anciano, para llegar a las cimas y a nuestros objetivos, con el mejor espíritu juvenil y el animo de los niños, además, con el paso sosegado y esa curiosidad infantil, podremos recibir y captar mejor, la infinidad de informaciones y estímulos emocionales, que saldrán a nuestro paso durante los recorridos propuestos.
            Solamente desear que las rutas que hagamos, sirvan para lograr la deseable meta clásica de “mens sana in corpore sano” y así logremos ser todos un poco mejores y más plenos, procurado que las montañas sigan siendo, uno de los mejores lugares para vivir y descansar, para todos y para siempre.
Salud y nos vemos por los montes.                                           Paco Cantó Portillo

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